domingo, 14 de marzo de 2010

Los principios de la segunda etapa

según Jou Tsung Hwa





















En su libro Taijiquan zhi Dao [El Dao del taijiquan], el maestro Jou Tsung Hwa (1917-1998) enumera los principios que deben regir el aprendizaje del arte. Distingue tres etapas, que designa ‘humana’, ‘terrenal’ y ‘celestial’, en alusión a los ‘tres poderes’ [San Cai] de la naturaleza que distingue la antigua filosofía china. Entre septiembre y noviembre del año pasado publicamos ‘Los cuatro principios de la primera etapa’. Ahora iniciamos la publicación de los principios que Jou considera rectores de la segunda etapa (la ‘terrenal’) del aprendizaje.


Los tres poderes
Para lograr equilibrio correcto en esta etapa del aprendizaje del taijiquan, debes internalizar el concepto de los ‘tres poderes’: hunde tu peso a través de los pies, que corresponde a la tierra; eleva el espíritu [shen] a la coronilla, que corresponde al cielo; y concéntrate en el dantian, que corresponde a lo humano. Si este concepto se expresa correctamente, en cada postura del taijiquan el cuerpo estará articulado de manera apropiada: ni demasiado bajo ni demasiado alto. En tal postura representas el universo donde, según la visión tradicional china, las sustancias más ligeras ascienden y forman la atmósfera, y las más pesadas descienden y forman la tierra.

Parece una paradoja que se requiera la aplicación simultánea de los principios de song, ling y chen. ¿Cómo puedes relajarte, ser ágil y hundirte a la vez? Resuelve la paradoja recurriendo al principio de los tres poderes. Primero, hunde el peso hacia la tierra. Luego, concéntrate en el dantian. Finalmente, eleva el shen a la coronilla. Así estarás equilibrado, alerta y pronto a moverte con agilidad.

Los cambios
El taijiquan privilegia el desarrollo individual cíclico por encima de la imitación y la uniformidad. En muchas actividades físicas los instructores buscan uniformidad en las posturas de los estudiantes, y los estudiantes se esfuerzan por lograr una imitación exacta de sus instructores. Hay buenos motivos para enseñar de esta manera, pero si no se introduce el concepto de cambio, existe el peligro de que el método de aprendizaje se convierta en la meta.

El ballet, todo gongfu y muchas otras actividades físicas exigen la repetición interminable de posturas para lograr perfecta uniformidad. Este enfoque es excelente, pero no tiene en cuenta la posibilidad de que el estudiante pueda lograr un nivel de pericia superior al del instructor. Además, este método no toma en cuenta las diferencias físicas, intenciones y deseos individuales de cada uno.

En la práctica del taijiquan se incorpora el concepto de cambio como tema a estudiar. Aprendes las cosas que no cambian y vas incorporando cambio al justar las posturas a tus intenciones y capacidades físicas.

Por ejemplo, en la secuencia de Víbora se desliza hacia abajo [o Látigo en cuclillas] ya conoces los principios que no deben ser violados: los pies plantados sobre el suelo, el torso erguido, altura constante, etcétera. La ejecución de la secuencia es cosa tuya, en tanto mantengas inalterados los principios básicos, y esto permite que la secuencia cambie y se vaya desarrollando. En lugar de imitar la postura del instructor, desarrolla la individualidad para actualizar mejor los principios del taijiquan.

Esta manera de proceder también toma en cuenta las diferencias entre las metas individuales, ya que la persona que se orienta hacia la mejoría de su salud puede actualizar las posturas de manera diferente a la de otro cuya intención es lograr destreza en lo marcial. Por diferentes que parezcan, las prácticas de ambos serán correctas en tanto no violen los principios básicos del taijiquan.

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